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San Marón

Santa Rafka el Rayes (Rafqa o Rebeca)

(1832-1914)

Rafqa El Rayes, monja de la Orden Libanesa Maronita, nació el 28 de junio de 1832 en Himlaya, Líbano. La bautizaron con el nombre de Butrosille, porque nació el día de San Pedro y San Pablo. Murió su madre cuando tenía 7 años.

El Lirio de Líbano, como se ha llamado a esta admirable mujer, alcanzó el grado de beatitud el 17 de noviembre de 1985, dado por El Papa Juan Pablo II, con la siguientes palabras:

"Después de escuchar el parecer de La Congregación para las causas de los Santos y con nuestra autoridad Apostólica, establecemos que La Venerable Sierva de Dios, Rafqa El Rayes, de ahora en adelante sea llamada BEATA y que su fiesta pueda celebrarse en su lugar de origen el día de su transito al cielo, es decir, el 23 de marzo de cada año, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo".

Miles de fieles de la Comunidad Maronita de Líbano y de La Comunidad Maronita Mundial acompañaron a la Beata Rebeca con motivo de su beatificación.

Su vida es brillante ejemplo de fe inquebrantable y devoción a Dios en medio del sufrimiento.

Poco se sabe de la infancia de Rafqa; sólo que llegada su adolescencia, su familia se propuso casarla y ello provocó amargos altercados entre su madrastra y una de sus tías. Rafqa no pudo soportar esto y decidió huir y hacerse monja en el Convento de Nuestra Señora de la Liberación en Bikfaya, que pertenecía a las religiosas Mariamettes (Nuestra señora de la Salvación). Su familia la siguió para convencerla de regresar, sin embargo, otra religiosa les informó que la decisión de Rafqa era irrevocable. En este momento ella hizo el propósito de servir a Dios todos los días de su vida, aún en medio del sufrimiento. En 1860 fue enviada a Deir-el-qamar para dedicarse con otras hermanas y los padres Jesuitas a la educación y enseñanza de los niños. Le tocó vivir en este lugar el genocidio de los cristianos cuando arrancaban a los niños varones de los brazos de sus madres, y martirizaban a sus padres. Nuestra sierva de Dios, Rafqa, logró salvar a un pequeñoto al que perseguían para degoyarlo. Lo envolvió debajo de su habito y lo salvó de la barbarie. Vivió dos años en Biblios para enseñar a niñas, posteriormente fue enviada al pueblo de Ma'ad y allí vivió 7 años.

Tiempo después la comunidad de las religiosas Mariamettes desapareció y Sor Anissa, que era su nombre religioso, accedió al monasterio de La Orden Libanesa Maronita - San Simón de Aytu (Valle Santo), pronunciando solemnemente sus votos y tomando el nombre de Rafqa, en memoria de su madre, el 25 de agosto de 1873.

Rafqa gozaba de buena salud, y jamás se había quejado de un dolor o enfermedad. Se dedicaba a la vida contemplativa y deseaba poder participar de los sufrimientos de Cristo. El 1er domingo de octubre - domingo de Rosario, en 1885, dirigió a Dios esta plegaria: "por qué te alejas de mi, Dios mío? ¿por qué me abandonas? no me visitas con la enfermedad. ¿Me habrás olvidado?". Esa misma noche, sintió un violento dolor de cabeza que se exrendió hacia los ojos. Así empezó la pasión de la hermana Rafqa. La superiora y el capellán del monasterio la llevaron a muchos médicos y ninguno sabía que tenía. Por obediencia viajó a Beirut para ver a un oftalmólogo. Llegaron a Biblos, escucharon que en la ciudad había un oftalmólogo americano. la llevó el padre con él, y el el oftalmólogo le dijo que tendría que hacerle una operación, sin anestesia. A pesar de que perdió el ojo, se empeño en que se le pagaran los honorarios al médico y le dijo en calma "En comunión con la pasión de Cristo" Que DIos cuide tus manos y te recompense. Regresó al monasterio y empezó a orar. Poco después perdió su otro ojo y quedó ciega. En 1897 fue enviada con otras 5 monjas al convento de San José de Jrapta. fundado especialmente por las monjas y ahí sintió un dolor muy fuerte en ambas piernas, como si se las hubieran atravezado con la punta de una lanza. El mal invadió todo su organismo, y comenzó a adelgazar y debilitarse. Pero su ánimo permanecía vivo y alegre. Solo contaba con sus dos manos par rezar y rezar el rosario. Rafqa repetía siempre "Hermanas mías no olviden la llaga del hombro de Cristo, que es muy dolorosa porque ha cargado la cruz de nuestros pecados". El cuerpo de Rebeca se había convertido en un montón de huesos cubiertos de fina piel, incluso las religiosas que la atendían, temían moverla por miedo a que se dislocaran todos sus huesos. En la maana de la fiesta del sacramente "ojala pudiera asistir a misa en esta gran fiesta". Trataron de transportarla sobre una sábana pero no pudieron. Fueron pues a la misa las hermanas sin Rafqa. En medio de la misa, las religiosas vieron entrar a Rafqa. Se acercaron a ayudarlas y ella hizo una señal para que la dejaran camiar sola. Después de tomar el santo sacramento de la comunión, la madre superiora le preguntó. ¿cómo pudiste llegar? Ella respondió "¿no lo se; óolo se que le pedí a Jesús que me ayudara y de repente sentí que mis pies se dirigian al suelo y se deslizaron por el piso hasta llegar a la iglesia."

El 22 de marzo de 1914, Rafqa dijo a la superiora "Desearía vescuchar las voces de mis hermanas religiosas antes de morir". La mañana del 23 de marzo, pidió que le llevaran la sagrada comunión. "Permítanme llevar conmigo mi provisión". Así se fue, a la edad de 82 años, se durmió en el señor.

Después de su entierro, por dos noches consecutivas de pudo ver una luz que brillaba en su tumba.

Rebeca fue conocida por su heroísmo, coraje y firmeza. Como religiosa fue ejemplo de su Regla, actuando siempre con dulzura y recogimiento. Cuando todavía gozaba de buena salud un día en oración le reprochó a Dios el por qué la tenía abandonada y no la visitaba con alguna enfermedad, dándole así la oportunidad de acompañar a Jesús en su pasión. Dios escuchó su petición y la enfermedad hizo presa de ella, primero con la ceguera y después con la parálisis progresiva.

Tuvo que resistir agudísimos dolores, como cuando le hicieron una intervención quirúrgica para remover su ojo derecho, sin anestesia, a esto siguió tal sensibilidad a su vista, que sólo podía estar en un cuarto oscuro para aminorar en algo el dolor. Después sufrió terrible artritis crónica, que eventualmente la desfiguró por completo. En medio del sufrimiento Rafqa jamás se quejó, ni molestó a nadie, únicamente se le oía decir: Para la Gloria de Dios, en comunión con la pasión de Cristo.

Su enfermedad se fue agravando y finalmente murió el 23 de marzo de 1914. Con su último aliento todavía repitió la oración: Jesús y María os doy el corazón y el alma mía.

La beata Rafqa se propuso durante toda su vida ir más allá del simple servicio de Dios. La meditación sobre la vida de esta insigne mujer debe mover a todo cristiano a aceptar las dificultades y sufrimientos con mayor resignación, a aceptar la voluntad de Dios y a dar al sufrimiento un valor auténticamente cristiano con el fin de que: "en el terrible combate entre las fuerzas del bien y del mal, cuyo espectáculo se ofrece en nuestro mundo contemporáneo, venza el sufrimiento en unión con la cruz de Cristo." (Salvifici doloris n.31)

El ejemplo que ha legado a la humanidad Santa Rafqa, es tal, que la comunidad maronita mundial agradece a Dios por su infinito amor y generosidad, S.S. el Papa Juan Pablo II otorgo su beneplácito a la causa de la Beata Rafqa (Rebeca) quien fue canonizada el 10 de junio del 2001.

Oh Santa Rafqa! Tú que caminaste sobre nuestra tierra nuestros árboles y rocas. Tú que permaneciste entre la ternura de tu convento y de tus hermanas las monjas. Tú que fuiste la raíz del cristianismo. Seguiste el camino de Dios el salvador siendo una amiga y un ejemplo.

Oh hermana nuestra ! Oh hija de nuestra tierra! Sé en nuestro camino una guía y una ayuda para los que amas.

Sé el faro para hijos de nuestra patria para que juntos sigamos su luz como apóstoles de Cristo, anunciando la palabra de Dios. Sé para nosotros el regreso a las raíces originales del cristianismo en nuestro camino al sínodo en él y después de él.

Oh hermana nuestra intercedora ! Innunda en nuestro campo las cosechas.

Siembra la primavera en las estaciones de nuestra vida, cura a nuestros enfermos con el lodo de tu tierra bendita; Ven oh hermana ! Y enséñanos como glorificar contigo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por la eternidad.